domingo, 7 de septiembre de 2014

Domingos grises.

Hay que ver lo frágiles que somos las personas a veces. Sí, todos nos hemos convencido alguna vez de que la primera exhalación de cierto día indicaba el comienzo de algo nuevo. Al parecer también se nos da bien eso de ser ingenuos. 
Vivir la vida con optimismo y alegría es uno de sus pilares básicos, a mi parecer al menos. Y es precisamente en esos días en los que estamos completamente seguros de que nos vamos a comer el mundo cuando una sacudida psicológica nos derrumba; que a la vida también le gusta la ironía. 
¿Por qué somos frágiles? Las personas vivimos única y exclusivamente del recuerdo. Lo más irritante es que no somos capaces de aceptarlo y enfrentarnos a ello. 
Me gusta llamar a los recuerdos fracciones de vida aisladas, que permanecen almacenadas unas al lado de otras hasta que un bache hace que se amontonen y algunas se precipiten sin control a nuestra memoria. Ahí es cuando se produce la sacudida psicológica; en medio de la calle, en la ducha, en el autobús, cuando estamos a punto de cerrar los ojos. También en un bostezo, un ataque de risa enérgico, cuando leemos, escuchamos una canción o miramos a alguien a los ojos. Pero creerme cuando os digo que las peores sacudidas son esas que te llegan a las puntas de los dedos y no se van hasta que te sientas a escribir.
Y aquí estoy yo con mi fragilidad, que todos somos humanos. 

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